Movimientos convulsivos del oficialismo y la oposición frente al agravamiento de la crisis
Argentina no se someterá al gobierno en colapso
ni a los candidatos del imperialismo
País al garete. Crisis general y ausencia de cualquier plan de largo plazo por parte del gobierno y la burguesía opositora. Única estrategia: quién se queda con Vaca Muerta. Único acuerdo: usufructuar del crecimiento del narcotráfico. Fracciones burguesas lanzadas a la rapiña. Aceleración en la disgregación de la nación. Gobierno preocupado exclusivamente por garantizar su impunidad cuando deje el poder. Entrega sin parangón con la ley de Hidrocarburos. Reimplantación de la nefasta Ley de Residencia con disfraz antimperialista y latinoamericanista. Entrega de las telecomunicaciones a las transnacionales. Trabajadores desmovilizados, manipulados e impotentes para frenar la deriva ultraderechista alimentada por Fernández y su elenco de corruptos e incapaces. Burgueses e imperialistas celebran una victoria que pretenden extender a toda la región. Pero se adelantan a acontecimientos que no pueden prever ni controlar.
No se estafa a un pueblo sin consecuencias. Pretendido nuevo movimiento nacional con proyección estratégica, el régimen arribado en 2003 concluye en desastre y no deja descendencia ni herencia, aparte la que derivará del inédito fraude moral y político al que ha sido sometida la nación.
Con reiterados períodos de ausencia en su cargo, Cristina Fernández está adelantando su retiro definitivo. Ya no puede gobernar y toda su preocupación gira en torno a proteger su futuro del acoso judicial al que la someterá cualquier gobierno opositor, que tomará “el nunca más de la corrupción” como el actual elenco tomó los derechos humanos: un medio para volver a engañar a las masas.
El pomposamente llamado “kirchnerismo” –en rigor nunca existente como movimiento real- desaparece con mucha pena y ninguna gloria. No tendrá más descendencia que su predecesor, el menemismo, recordado sólo por los irreparables daños provocados a los trabajadores, las juventudes y a la nación en su conjunto, cuyo futuro queda hipotecado, más aún que en 1999, porque suma saqueo y entrega de este gobierno a la faena del títere riojano.
Ha sido de tales proporciones la tarea de demolición moral, política y organizativa completada por Kirchner y su esposa, que al cabo de 12 años no existe una fuerza política de los trabajadores y sus aliados para responder a la reiteración de un colapso general.
Esa certeza lleva al capital a la convicción de que en 2015, en las fechas constitucionalmente establecidas o antes, por imperio del descontrol, el lugar de este elenco lo ocupará alguna expresión orgánica de la burguesía y el imperialismo.
En términos linealmente electorales, es obvio que a partir de 2015 ó 2016 en Washington contarán con un equipo confiable para continuar el ajuste furibundo que lleva a cabo hoy el gobierno, así como la continuidad de la entrega de las riquezas naturales y las telecomunicaciones a las transnacionales, pero sobre todo para utilizar a Argentina como la palanca imprescindible para revertir el proceso de convergencia latinoamericana predominante desde comienzos de siglo.
Todas las variantes hoy en pugna por el sillón de Rivadavia son expresión fiel de las necesidades del gran capital y los deseos de Washington. Daniel Scioli, Sergio Massa, Mauricio Macri y cualquiera de los cinco precandidatos de la Faunen socialdemócrata coinciden en un programa de salvación capitalista y, sobre todo, en la virulenta oposición a la Revolución Bolivariana de Venezuela.
Todas coinciden, además, en la carencia absoluta de enraizamiento orgánico en las masas, lo que las llevan a coincidir también en la dependencia respecto de la única estructura orgánica consistente en el panorama nacional: las cúpulas sindicales, ya encaminadas hacia su unificación precisamente porque tienen conciencia de la tarea que les cabe en el próximo período.
Hay una salvedad para la afirmación de la ausencia de enraizamiento orgánico: las innumerables formas de subsidios, transformadas por Duhalde primero y los Kirchner después en instrumento privilegiado para corromper, someter y manipular a los sectores más desposeídos de la nación. Pero incluso esto pierde eficacia a la vista del crack fiscal y la No se estafa a un pueblo sin consecuencias. Pretendido nuevo movimiento nacional con proyección estratégica, el régimen arribado en 2003 concluye en desastre y no deja descendencia ni herencia, aparte la que derivará del inédito fraude moral y político al que ha sido sometida la nación.
Con reiterados períodos de ausencia en su cargo, Cristina Fernández está adelantando su retiro definitivo. Ya no puede gobernar y toda su preocupación gira en torno a proteger su futuro del acoso judicial al que la someterá cualquier gobierno opositor, que tomará “el nunca más de la corrupción” como el actual elenco tomó los derechos humanos: un medio para volver a engañar a las masas.
El pomposamente llamado “kirchnerismo” –en rigor nunca existente como movimiento real- desaparece con mucha pena y ninguna gloria. No tendrá más descendencia que su predecesor, el menemismo, recordado sólo por los irreparables daños provocados a los trabajadores, las juventudes y a la nación en su conjunto, cuyo futuro queda hipotecado, más aún que en 1999, porque suma saqueo y entrega de este gobierno a la faena del títere riojano.
Ha sido de tales proporciones la tarea de demolición moral, política y organizativa completada por Kirchner y su esposa, que al cabo de 12 años no existe una fuerza política de los trabajadores y sus aliados para responder a la reiteración de un colapso general.
Esa certeza lleva al capital a la convicción de que en 2015, en las fechas constitucionalmente establecidas o antes, por imperio del descontrol, el lugar de este elenco lo ocupará alguna expresión orgánica de la burguesía y el imperialismo.
En términos linealmente electorales, es obvio que a partir de 2015 ó 2016 en Washington contarán con un equipo confiable para continuar el ajuste furibundo que lleva a cabo hoy el gobierno, así como la continuidad de la entrega de las riquezas naturales y las telecomunicaciones a las transnacionales, pero sobre todo para utilizar a Argentina como la palanca imprescindible para revertir el proceso de convergencia latinoamericana predominante desde comienzos de siglo.
Todas las variantes hoy en pugna por el sillón de Rivadavia son expresión fiel de las necesidades del gran capital y los deseos de Washington. Daniel Scioli, Sergio Massa, Mauricio Macri y cualquiera de los cinco precandidatos de la Faunen socialdemócrata coinciden en un programa de salvación capitalista y, sobre todo, en la virulenta oposición a la Revolución Bolivariana de Venezuela.
Todas coinciden, además, en la carencia absoluta de enraizamiento orgánico en las masas, lo que las llevan a coincidir también en la dependencia respecto de la única estructura orgánica consistente en el panorama nacional: las cúpulas sindicales, ya encaminadas hacia su unificación precisamente porque tienen conciencia de la tarea que les cabe en el próximo período.
Hay una salvedad para la afirmación de la ausencia de enraizamiento orgánico: las innumerables formas de subsidios, transformadas por Duhalde primero y los Kirchner después en instrumento privilegiado para corromper, someter y manipular a los sectores más desposeídos de la nación. Pero incluso esto pierde eficacia a la vista del crack fiscal y la desenfrenada corrupción de los intermediarios, lo que redunda en imposibilidad de mantener dádivas en los niveles necesario para comprar de manera estable la voluntad de esos sectores, que hoy suman no menos de un tercio de la población.
De manera que, si bien no será inocuo el efecto letal de la metralla electoral de aquí hasta octubre 2015, es una ilusión sin fundamento la convicción de que el país vuelve a la normalidad, el crecimiento y la estabilidad política a partir de la instauración de un nuevo gobierno.
Actitud frente al ajuste
A la vez que se vanagloria por haber pagado 190 mil millones de dólares (en realidad mucho más: no menos de 220 mil millones) y clama para que el imperio le permita seguir pagando a todos los acreedores mientras escenifica un supuesto choque con Washington, la presidente Fernández lleva a cabo un ajuste económico de idéntica naturaleza a los aplicados por Martínez de Hoz y Cavallo.
La totalidad de la oposición burguesa apoya el ajuste por dos razones: porque corresponde exactamente a sus intereses y porque pretende que Fernández asuma la tarea y su enorme costo. Por las mismas razones, el elenco oficial oscila en su arremetida y trata de postergarla hasta dejarla en manos de su contraparte.
Al otro lado de la barricada, diversas expresiones pequeño burguesas y/o proletarias de la oposición se plantan con reivindicaciones económicas justas, pero utilizadas como catapulta para la obtención de votos. Es lo que podría llamarse la estrategia del “voto migaja”.
En un lugar intermedio están las cúpulas sindicales, en un arco variopinto que va desde remanentes de un sindicalismo combativo al más repugnante sindicalismo empresarial (es decir, sindicatos de trabajadores dirigidos por empresarios ataviados con campera).
Ha quedado relegado hasta su aparente extinción el sindicalismo clasista. Y la idea de construir una herramienta política de masas, antimperialista y anticapitalista, derivó en una escandalosa manipulación verticalista y burocrática para entronizar equipos advenedizos en escuálidas siglas electorales. No obstante, se cuentan en decenas de miles los luchadores clasistas. Y palpitan con fuerza los enormes esfuerzos traicionados por construir una herramienta política propia.
En este cuadro puede parecer imposible afrontar una lucha económica con perspectiva política de clase, antimperialista y anticapitalista. No lo es, aunque las dificultades plantean altas exigencias al activo militante.
En primer lugar, exige una política de frente único, que incluirá necesariamente a todo el amplio espectro señalado, en una batalla que será en torno a las demandas inmediatas derivadas del ajuste oficial.
En segundo lugar, un esfuerzo redoblado por pasar de la dispersión de las fuerzas clasistas y revolucionarias a la conformación de un bloque de alcance nacional, que en nuestra ya reiterada propuesta debería tomar la forma de una federación, incluyente del más amplio conjunto de organizaciones, cuadros y activistas dispuestos a asumir un programa antimperialista, latinoamericanista y anticapitalista, por el socialismo del siglo XXI.
Si el movimiento de rechazo visible en los trabajadores se limita a una paritaria adelantada, la suba del límite para el impuesto al trabajo o unos puntos más de aumento salarial, esa lucha será recuperada totalmente por los candidatos burgueses en la carrera electoral del año próximo. Yerran quienes suponen que los votos migaja que obtengan pueden permitirle acumular fuerzas, sumar un concejal o diputado más y “posicionarse (créase o no lo dicen de este modo) para 2019”.
Una propuesta revolucionaria no puede tener como táctica el “voto migaja”. Si Scioli, Massa, Macri y el candidato que elija la Faunen socialdemócrata suman el 95% de los trabajadores y las juventudes, ese resultado es una derrota de clase que inexorablemente recae sobre todas las organizaciones que se reclaman obreras. Y esto ocurre destruyéndolas (como fue el caso del MAS de los años 1980/90) o absorbiéndolas como ocurrió en el pasado con el PS y el PC y actualmente se perfila con la deriva reformista-electoralista que tensiona al FIT.
Eso no implica desentenderse de las elecciones ni desdeñar la posibilidad de introducir gérmenes patógenos en el organismo institucional burgués (eso deben concejales, legisladores, diputados revolucionarios). Pero exige sí rechazar la pugna divisionista por candidaturas sin destino en lugar de poner el centro del esfuerzo en la unidad social y política de las mayorías, dejando la elección de precandidatos a la decisión democrática de las bases.
Un cálculo difundido por la prensa burguesa, pero basado en cuentas reales, estima que para tener alguna chance un candidato presidencial necesitará en esta campaña 100 millones de dólares. Esta corrupción extrema de la institucionalidad capitalista sólo puede ser derrotada por las masas unidas, con voluntad de combate, munidas de un programa y organizadas para la batalla. Eso no se consigue con pequeñas maniobras.
En lugar de promover un supuesto “Congreso Obrero” para consagrar una candidatura digitada, es hora de organizar asambleas en todo el país para debatir un programa y una estrategia frente al ajuste, coordinar esas asambleas en una federación a escala nacional y deponer la peregrina idea de ganar la presidencia en las actuales condiciones. Ganar, para la clase obrera, significa en estas elecciones impedir la continuidad del ajuste y sentar las bases de la unidad plural, democrática, antimperialista y anticapitalista de las grandes mayorías. Ya una federación nacional de asambleas resolverá no sólo qué candidatos respaldar, sino qué política deberán llevar éstos en la cueva de ladrones de la burguesía.
perspectiva sería utilizada para exigir a Massa y Macri que resignen su candidatura o se unan arrastrando a toda la vocinglería opositora.
En este escenario, una fórmula Macri Presidente, Massa gobernador daría mayor chance al bloque de figuras teledirigidas sin mediación desde Washington, a la vez que pondría enfrente a un bloque de la misma naturaleza, con el cual se podría acordar un plan de emergencia nacional.
Ese parece ser el plan de los que realmente mandan. Por eso los figurones callan o dicen naderías frente a los desmanes de la Presidente y su camarilla. Por eso La Nación se ha convertido en agitador en favor de Scioli.
En la base de esta conducta desesperada de una clase dominante que no tiene partidos ni candidatos válidos, hay dos factores de diferente naturaleza. Uno, la certeza de que la magnitud de la crisis en ciernes puede provocar un estallido superior al de 2001. El otro, la disputa por las reservas en Vaca Muerta.
La burguesía tradicional no está dispuesta a que estas riquezas inmensas y de parejo valor estratégico queden en manos de ávidos advenedizos, que comparten con aquélla la falta de escrúpulos pero carecen de prosapia y transgreden las reglas establecidas en más de 100 años de dominación burguesa-imperialista.
En cuanto al manejo político de la crisis social, aquella burguesía no quiere un presidente con base en sectores sindicales vestidos de combativos ni en agrupamientos equívocos, que hoy sostienen la deriva proimperialista y xenófoba de este gobierno pero continúan enarbolando consignas de unidad latinoamericana y vagamente antimperialistas.
Nuestra propuesta
Semejantes maniobras son pensables en Washington y realizables en Buenos Aires por una única razón: la ausencia de una propuesta revolucionaria con alcance de masas y capacidad para articularse en medio de la crisis.
La inexorable dinámica de la crisis local, potenciada por la gravísima coyuntura internacional, hará estallar estas fabricaciones junto con los desvaríos reformistas y las ensoñaciones electoralistas. La realidad del sistema mundial multiplica en Argentina la vigencia de la opción “Socialismo o barbarie”. Para la barbarie trabajan los fascistas Aznar y Uribe que recientemente fueron recibidos por Massa y Macri. Sus mandantes saben lo que viene y se preparan.
Pero los revolucionarios no esperan a que los acontecimientos estallen frente a sus ojos. Todo lo que no se hace en materia de conciencia y organización antes de la eclosión de la crisis será extremadamente más costoso –y eventualmente imposible- si el colapso no encuentra a los trabajadores con columnas sólidas en las cuales apoyar su respuesta.
Por eso, a la vez que ponemos el centro de nuestro trabajo en la recomposición de fuerzas marxistas de un lado y en la proyección de asambleas de masas federadas a escala nacional, como instancia de unidad social y política, reiteramos el llamado que hicimos en agosto pasado:
“Nos dirigimos a organizaciones y personas con las que tenemos conocidas diferencias: el Movimiento Socialista de los Trabajadores, la Unidad Popular, el Partido Comunista Revolucionario, el Frente de Izquierda y centenares de otros agrupamientos. Convocamos a todas las organizaciones y personalidades sobre una base programática cuyo punto inicial de referencia reproducimos aquí.
La clave para hacer posible esa unidad es desechar la idea de presentar candidatos al Ejecutivo Nacional y aunarnos en un gran proceso de elección primaria de precandidatos a concejales, legisladores, diputados y senadores. Y apoyarlos sin fisura en octubre de 2015. En lugar de un nombre para una candidatura presidencial imposible, proponemos reunir a figuras del más amplio espectro, representantes o no de partidos, que en un simbólico Poder Moral para el futuro de Argentina, abrace a todos los precandidatos elegidos en primarias”.
La burguesía no logrará suceder a este gobierno agónico mediante una fórmula político-institucional estable y manejable. Se avecinan grandes luchas sociales que simultáneamente serán combates ideológicos frontales. Quiérase o no, Argentina es parte del proceso de radicalización antimperialista y anticapitalista vigente en Suramérica. Kircher y su esposa usufructuaron ese sentimiento en masas y vanguardias. Fue sólo para manipularlo y utilizarlo a favor del capitalismo en general y de sus espurios intereses individuales en particular. Algunas figuras antes respetadas cargan con la responsabilidad y la ilevantable vergüenza de haber contribuido con esta maniobra. Pero todos se van con la ignominia a cuestas y la poderosa fuerza del sentimiento antimperialista permanece.
Ellos y sus secuaces tienen espacio, seguramente, para mentir y engañar todavía. Pero ya no pueden encaramarse en esa realidad profunda porque el aliento capitalista que lo permitió, ya es cosa del pasado.
Así como los resultados electorales recientes en Brasil y Uruguay mostraron que, pese a la felonía histórica del PT y el FA, las masas están dispuestas a aferrarse a lo que tengan a mano para frenar al imperialismo, en Argentina lo hicieron desde 2003.
Ante la manipulación electoral en curso las masas podrán tomar diversos caminos y acentuar su división y confusión. Pero ante la agudización de la crisis reaparecerá la fuerza telúrica que recorre a América Latina. La UMS funda sus tácticas en esa certeza y reafirma la unidad con la Revolución Bolivariana y el Alba. Afrontamos lo que viene desde la convicción de que el único camino es la revolución y que la revolución es hoy latinoamericana y socialista.